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Miles de personas no tienen alternativa: su única opción es el Metro de la CDMX

¿Tienen alternativa? No. Miles de personas viajan a diario en el Metro de la Ciudad de México porque es lo que hay. No hay opción.

CC News

Papá arregla lavadoras y refrigeradores. Desde pequeño, allá en el Barrio Bravo, la abuela Chole le decía que tenía que aprender a ganarse la vida. Primero vendía paletas de hielo que a veces se derretían al calor del sol que imperaba en las canchas de futbol a las que se iba a jugar, para distraerse como cualquier niño a los seis años. Luego, cuando más grande y al no haber posibilidades de seguir estudiando, se dio cuenta que tenía que hacer algo para sobrevivir. Aprendió entonces el oficio de la línea blanca. Vaya, estamos hablando del año 1971, calculo.

Cincuenta años después, papá sigue saliendo de casa para trabajar porque “si no trabajamos, ¿qué hacemos?”, dice. El Metro es su medio de transporte. Diario, desde el Estado de México, sale a distintos destinos del Área Metropolitana y de la Ciudad de México, para dar el mejor servicio a sus clientes. “A mí el Metro me tira un paro, pero si por mí fuera, no lo usaría. Es la única opción, la única alternativa” menciona cada que le digo “vete en combi, papá”.

Pero, ¿saben algo? Así como millones de personas viven esta realidad en México, hay otras más que la desconocen, que no tienen idea que esto es lo que tienen que pasar miles de personas todos los días al salir de casa a trabajar. Que no saben que esos millones de mexicanos y mexicanas salen a chambear y que con mucho trabajo pueden pagar esos cinco pesos que cobra el Metro por el uso de un sistema de transporte deficiente, que se inunda, que es lento, que se llena de humo, que presenta marchas de trenes lentas, que sufre de falta de mantenimiento. Cinco pesos que ayer pagaron las personas que viajaban en una Línea que desde que se inauguró presentaba deficiencias, que nunca ha estado al cien por ciento. Cinco pesos que ayer pagaron 24 personas que hoy están sin vida porque no tenían alternativa. Porque el Metro era su única opción.

Atrás quedó la utopía de Chava Flores

Ahora mismo podríamos decir que Chava Flores nos ayudó un poquito a romantizar el servicio del Metro en la Ciudad de México y en el Estado de México. Eran otros tiempos, lo sabemos, pero actualmente la letra del folclórico compositor azteca ha quedado en la utopía. En la total utopía.

¿Recuerdas su canción? ¿No? Te canto un poquito: “Voy en el Metro, ¡qué grandote, rapidote, qué limpiote! Qué diferencia del camión de mi compadre Jilemón que va al panteón”. El Metro ya no es lo que era en aquellos años. Deberían comenzar a creer más en la palabra de los usuarios. Ellos son los que a diario viajan en instalaciones que reportan con daños en las infraestructuras de diversas estaciones, las cuales se manifiestan en grietas que exhalan peligro por donde sea que las veas. En redes sociales incluso se atreven a cuestionar su uso: “Si no les satisface el servicio, ¿por qué no utilizan otro medio de transporte?”. Porque no hay opción.

El mosaico es amplio, si lo que quieren es ver a la clase trabajadora viajar en el Metro para trasladarse a sus labores, esas que les permiten pagar el boleto por un servicio que hoy sigue siendo cuestionado y con justa razón. Desde oficinistas, pasando por estudiantes, vendedoras de pequeños ramos de gardenias, hombres cargando canastas enormes de churros, hombres y mujeres disfrazados de payasitos listos para amenizar una fiesta infantil, el joven que vende el diario independiente que te pide te rebeles contra el sistema… Ahí van, ahí vamos, los que no tenemos otra opción, al igual que 4.6 millones de pasajeros que diariamente usan este servicio.

Ahí vienen Oceanía y Pantitlán

Dicen que a los últimos a los que se escucha es a los usuarios. Ellos mismos lo refieren cada que entran a alguna estación en la que en un solo vagón caben mil 530 personas, 360 sentadas y mil 170 paradas. A los últimos a los que se les escucha. Previo a este desplome, fueron ellos, los que viajan todos los días a través de la red del STC, los que a través de fotografías denunciaban que ese tramo necesitaba mantenimiento.

Son ellos los que ahora, después de una de las más grandes tragedias registradas en el Metro al aumentar ya a 24 víctimas, siguen alzando la voz reportando las deficiencias de un sistema de transporte que consideran peligroso. Las redes sociales, utilizadas como megáfono para hacer saber las exigencias de un servicio de calidad, han servido para que se denuncie que Oceanía y Pantitlán, también tienen deficiencias que podrían terminar en una tragedia como la suscitada ayer.

Llegó el día para cuestionar…

La obra magna de quien fuera jefe de Gobierno en el 2012, Marcelo Ebrard, hoy está plagada de cuestionamientos, incluso más fuertes que aquellos que se hicieron pocos meses después de su inauguración y que siguen como en aquel entonces: sin ser respondidos. Ellos, millones de mexicanas y mexicanos, exigen respuestas a todas las preguntas que se harán a partir de hoy al usar el Metro.

Porque no tienen opción, porque es justo cuestionar, porque es preciso exigir, porque cada que salen a trabajar para ganarse un sueldo con el que consiguen pagar un boleto con un costo de cinco pesos -con el que preferirían comprarse un taco, si tuvieran alternativa- lo hacen con el deseo de regresar lo más pronto posible a casa. Sanos y salvos. Si su única opción es el Metro, lo más justo es que se escuchara su voz…

Falta lo más importante: escuchar ahora a las familias de las víctimas, de aquellos que no han sido reconocidos, de aquellos que esperan encontrarse con sus más cercanos y que aún están sin identificarse en los hospitales, heridos, esperando salvarse para ser sobrevivientes de una de las tragedias más dolorosas en la historia del Metro.

Papá ha llegado a casa. Tiene las marcas de la cinta de la maleta de su pesada herramienta, casi acuñadas en su hombro derecho. Hoy le tocó usar la Línea 4. Mañana al parecer uitlizará la 3, tiene que ir a Indios Verdes. Papá trae pan dulce para tomar café con su familia después de un día ajetreado a bordo del Metro. “No me quedaba de otra, sí me tuve que subir”, dice al tiempo en que chopea su cuernito en el café. Porque no tuvo opción, porque no tuvo alternativa. Porque como millones de mexicanos, su única opción es el Metro. Porque como para 24 personas también lo fue y hoy ya no están con nosotros. Pero no hay alternativa, no hay opción…

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Foto de portada: Cultura Colectiva News.

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